Si, hubo un necesario «antes y después» en mi carrera profesional como ilustrador. Un parón necesario. Me imagino que a cientos de artistas les ha pasado.
Creces, llega la fama, publicaciones, te vuelves mediático, y empiezan a pasar cosas… Que no hubieras imaginado. Unas buenas y otras no tanto.
Se acumulan los encargos pero cada vez hay menos tiempo para dibujar, el teléfono, todo el mundo quiere algo… Se te arrima gente, y no todos traen buenas intenciones. Entonces, empiezas a descuidar, bajas el nivel, porque tu atención se dispersa. Las cosas empiezan a no marchar bien… De modo que… ¡¡¡STOP!!! ¡PAREN MÁQUINAS!
Hay que parar, analizar bien la situación, detectar los problemas, limpiar, sacudir el mantel. Y comenzar a caminar de nuevo. Pero esta vez hemos aprendido bien la lección, de modo que avanzamos firme y seguros.
Desde luego, es fácil contarlo, pero ese periodo de «desinfección y limpieza» no fue breve, si bien altamente productivo. Muchos sabéis que además de mi faceta de artista también soy fundador, director y propietario de Academia C10, mi centro de estudios artísticos en Madrid, (mi otra «obra» y mi otro yo) que también estaba siendo afectada por la situación, y también me necesitaba. Fue otro gran momento, porque aproveché para reestructurar de arriba abajo a mi pequeña. Labor que funcionó a la perfección y está dando sus frutos. Academia C10 es hoy en día uno de los mejores centros de educación artística en España, y un referente.
Tampoco hay que olvidar, que en ese tiempo mi personajillo favorito, mi hijo Aníbal estaba en sus primeros años, los mas dependientes y en los que más me necesitaba. Estuve ahí. Y muy feliz, todo sea dicho. Aunque no fue fácil, nada fácil…
Bien. Trabajo bien hecho. El patio está limpio, la maquinaria funciona bien y las piezas engranan a la perfección. Es momento de volver a mi mesa de trabajo, con la lección aprendida, y sin separarme del timón de la C10. De hecho, a día de hoy mi estudio se encuentra en el centro de la misma.
Estoy sentado en mi mesa. Papel en blanco, y una pregunta me viene a la cabeza. Carlos… ¿para que vuelves aquí? Las últimas veces que te sentaste en tu silla de dibujo no eras un hombre feliz: sufrías. ¿Porque vuelves?
Bueno, parece ser que los raplanteos son a todos los niveles. Es cierto. La ilustración mercenaria me había machacado y mis últimos encargos realmente no tenían la soltura y dedicación con la que sí contaban todo lo que realicé en la década anterior. Carlos… ¿Porque vuelves?
Me di cuenta entonces que también había quemado un ciclo. Que el encargo me frustraba y me restaba el amor que un artista debe sentir por lo que hace. Trabajaba de manera mecánica y sin pasión alguna. Triste. Preocupante, ¿eh?
Entonces me vino una imagen a la cabeza. Mi «yo» niño. Me vi a mi mismo de pequeño, cuando no paraba de dibujar durante todo mi tiempo libre. En las mesas del campo, la del comedor del pueblo en verano… O la primera mesa de dibujo que construyó mi padre para mí, en mi habitación.
Recuerdo que siempre era feliz los viernes porque me encerraba en mi habitación a dibujar tebeos y monstruos hasta el domingo por la noche… O esos cuadernos escolares llenos de garabatos en las esquinas.
Por Dios santo… ¡Hay que recuperar a ese niño! Tengo que reencontrarme con él. ¿Y como hacerlo? A través del dibujo. No hay otro camino posible.

Quiero dibujar porque me gusta, tengo que volver a lograr que me guste. Volver a ser ese niño feliz. ¿Cuál es el secreto? ¿Que he perdido en el camino? Pues hacer lo que hacía de forma inconsciente aquel niño. Recrear en el papel lo que más le estimulaba. Mazinguer Z, Star Wars, las heroínas de cómic… Bien, pero no vamos a ignorar todo el camino profesional andado…¿Verdad?
Así que si mezclo bien todos los nuevos ingredientes y… ¡Tenemos un plan! Y, señoras y señores: herramientas en mano, contento y feliz, comienzo esta nueva andadura. Libre, absolutamente libre. Dando las gracias a mi «yo niño» que desde algún sitio ha marcado mi camino, he comenzado a dar forma, día a día, semana a semana, mes a mes, año a año, a mi nueva obra, ésta que tienes en tus manos, y que ahora vas a empezar a disfrutar.
¡A jugar!

Jugar, deconstruir, restar, sumar, retroceder, avanzar. Pero sobre todo, jugar…
Ese es el planteamiento, el punto de partida que dio origen a este nuevo viaje, en el que la mujer sigue estando omnipresente, pero esta vez, quizás no sea la verdadera protagonista.