Sigo quemando lápices y papel por las noches, en esos ratos tontos dejando que las ideas surjan por sí mismas.
Por la mañana, antes de empezar mi sesión, pulo o limpio un poco la imagen y pasa a una caja donde los almaceno.
Con el tiempo los olvido. Y cuando acabo una obra, vuelvo a la caja a rebuscar… Muchos de ellos parecen saltar diciendo: ¡píntame!
Así es como voy eligiendo lo que merece la pena desarrollar y lo que no. Cuando estoy con cada uno individualmente, estás «con el calentón» y casi siempre parece el mejor.
Este sistema me permite ser más objetivo.